DossierNº 72

La agitación del orden mundial

Basado en una investigación original realizada con Global South Insights, el dossier nº 72 analiza los cambios tectónicos del mundo y el nuevo espíritu del Sur Global.

En enero de 2023 un reportero de Yomiuri Shimbun le preguntó a la secretaria de prensa del Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, Hirariko Ono, una definición del término Sur Global. “El gobierno de Japón no tiene una definición precisa del término Sur Global, pero tengo entendido que, en general, suele referirse a los países emergentes y en vías de desarrollo”, respondió (Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón, enero de 2023).

El gobierno japonés se esforzó para encontrar un análisis más preciso del Sur Global e intentó proporcionarlo en el Libro Azul Diplomático 2023. En una larga sección sobre la idea del Sur Global, los funcionarios japoneses reconocen que el antiguo Tercer Mundo parece haber desarrollado un nuevo estado de ánimo. Cuando los países del Norte Global —liderados por Estados Unidos— exigieron que los países del Sur Global adoptaran la postura de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) respecto a la guerra en Ucrania —es decir, aislar a Rusia—, estos se negaron, acusando a Occidente de tener “doble estándar”, ya que justifica sus propias guerras mientras censura las guerras de otros, según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Japón. En vista de este nuevo estado de ánimo en el Sur Global, esta última institución planteó la necesidad de una nueva actitud con “un enfoque inclusivo que supere las diferencias de valores e intereses”. Como escribió el ministro de Relaciones Exteriores japonés, Yoshimasa Hayashi, en el prefacio del Libro Azul, “el mundo se encuentra ahora en un punto de inflexión en la historia” (septiembre de 2023).

Este punto de inflexión queda expresado en el hecho de que pocos Estados en el Sur Global se han mostrado dispuestos a participar en el aislamiento de Rusia, negándose, por ejemplo, apoyar las resoluciones occidentales en la Asamblea General de las Naciones Unidas. No todos los Estados que se han negado a unirse a Occidente en su cruzada contra Rusia son “antioccidentales” en un sentido político; más bien, muchos de ellos se mueven por consideraciones prácticas, como los precios más baratos de la energía rusa. Ya sea porque están hartos de ser presionados por Occidente o porque ven oportunidades económicas en su relación con Rusia, cada vez son más los países de África, Asia y América Latina que se niegan a capitular ante la presión de Washington para que rompan sus lazos con Rusia. Fueron esta negativa y evasión los que llevaron al presidente de Francia, Emmanuel Macron, a admitir que: “estaba muy impresionado por lo mucho que estamos perdiendo la confianza del Sur Global” (2023).

En una mesa redonda el 18 de febrero de 2023 en la Conferencia de Seguridad de Múnich, tres líderes de África, América Latina y Asia desarrollaron el argumento sobre por qué estaban descontentos con la guerra en Ucrania y la campaña de presión para romper lazos con Rusia. Como dijo la primera ministra de Namibia, Saara Kuugongelwa-Amadhila, “Estamos promoviendo una resolución pacífica del conflicto [en Ucrania] para que todo el mundo y todos sus recursos puedan enfocarse en mejorar las condiciones de la gente en todo el mundo en lugar de gastarse en adquirir armas, matar personas y crear hostilidades”. Cuando se le preguntó por qué Namibia se abstuvo en la votación sobre la guerra en las Naciones Unidas, Kuugongelwa-Amadhila dijo, “nuestra atención se centra en resolver el problema (…) no en echar la culpa a otros”. El dinero que se utiliza en comprar armas, dijo, “sería mejor empleado para promover el desarrollo en Ucrania, en África, en Asia, en otros lugares, [y] en la propia Europa, donde mucha gente está experimentando penurias” (Kuugongelwa-Amadhila et al., 2023).

Una serie de informes publicados por empresas financieras occidentales líderes del mercado repiten la preocupación de Macron sobre el declive de la credibilidad de Occidente en el Sur Global. BlackRock señala que estamos entrando en un “mundo fragmentado con bloques en competencia”, mientras que Credit Suisse apunta hacia las “profundas y persistentes fracturas que se han abierto en el orden mundial” (2023). El análisis de Credit Suisse describe esas fracturas con precisión: “el Occidente Global (los países occidentales desarrollados y sus aliados) se ha alejado del Oriente Global (China, Rusia y sus aliados) en términos de intereses estratégicos fundamentales, mientras que el Sur Global (Brasil, Rusia, India, China y la mayoría de países en desarrollo) se está reorganizando para perseguir sus propios intereses” (2023).

Para entender mejor estos grandes cambios que están produciendo en el mundo y el desconcierto del Norte Global sobre el nuevo estado de ánimo en el Sur Global, el Instituto Tricontinental de Investigación Social produjo el dossier nº 72, La agitación del orden mundial, basado en una investigación realizada con Global South Insights y nuestro estudio producido colaborativamente, Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa (enero de 2024).


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Sobre los términos Sur Global y Norte Global

La Organización de las Naciones Unidas está formada por 49 países del Norte Global y 145 del Sur Global. En este dossier, utilizamos los términos anillos para describir al Norte Global y agrupaciones para describir al Sur Global, basándonos en las representaciones de las figuras que siguen. Los anillos del Norte Global se organizan en torno a Estados Unidos y sus aliados más cercanos en el centro. Cada anillo alrededor de este centro o núcleo interno está formado por Estados del Norte Global que, por diferentes razones, no están en el núcleo interno. Estos anillos no sugieren ninguna fragmentación del Norte Global, que funciona como un bloque. El Sur Global, por otro lado, no es un bloque sino un proyecto emergente formado por diferentes agrupaciones, cada una con su propia lógica, como explicaremos a continuación.

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El Norte Global

La guerra en Ucrania ha sacado a la luz ciertos cambios geopolíticos y los ha acelerado. Por un lado, un grupo de países que sigue las indicaciones de Estados Unidos reaccionó a la entrada de fuerzas rusas en Ucrania como un bloque militar, económico y político integrado. Estos países participan en ciertas plataformas, entre las que destacan la OTAN y el Grupo de los Siete (G7). Esto refleja una dinámica vigente desde la caída de la Unión Soviética en 1991, en la que estas dos organizaciones actúan conjuntamente para impulsar una agenda definida principalmente por EE. UU., con Europa y Japón como potencias secundarias en la alianza.

En las últimas décadas, las contradicciones entre los países de la OTAN y del G7 fueron suavizadas y pasaron a segundo plano. A pesar de diferencias secundarias dentro de las posiciones y capacidades militares, políticas y económicas de estos países (como el desacuerdo entre Estados Unidos, Reino Unido y Francia sobre quién exportaría submarinos a Australia en 2021), el Norte Global se entiende mejor como un bloque dispuesto a unirse alrededor de cuestiones fundamentales (Krause-Jackson et al., 2021; Prashad, 2021).

El intelectual egipcio Samir Amin escribió en 1980 sobre la “consolidación gradual de la zona central del sistema capitalista mundial (Europa, Norteamérica, Australia)”. Poco después, Amin comenzó a usar el término Tríada para referirse a esta “zona central” de potencias imperialistas que surgió después de la Segunda Guerra Mundial (1980: 104; Instituto Tricontinental, junio de 2023). Argumentó que las clases dirigentes de Europa y Japón habían subordinado sus propios intereses nacionales a lo que Estados Unidos había comenzado a llamar su “interés común”. Partiendo de la concepción de Amin, organizamos la Tríada en cuatro anillos, con modificaciones que reflejan las tendencias actuales en las relaciones regionales e internacionales.

Estos cuatro anillos son:

  1. El núcleo interno de Estados imperialistas coloniales angloamericanos, liderado por Estados Unidos, que está formado por EE. UU., Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, (todos ellos parte del Five Eyes Intelligence Oversight and Review Council [Consejo de Revisión y Supervisión de Inteligencia de los Cinco Ojos], una red de agencias de inteligencia ligadas por acuerdos no revelados), y por Israel. Estos países —asentados en formas de supremacía blanca— son los más avanzados en los ámbitos militar, económico y político, y EE. UU. mantiene el dominio sobre el grupo.
  2. La siguiente capa está formada por las nueve principales potencias imperialistas europeas: Alemania, Francia, Italia, España, Países Bajos, Bélgica, Suecia, Noruega y Dinamarca. Todos estos países son miembros de la red de espionaje “Catorce Ojos” (formalmente conocida como SIGINT Seniors Europe) y todos de ellos son miembros de la OTAN (con la adhesión de Suecia prácticamente garantizada). Sin embargo, estos poderosos países europeos subordinan sus intereses nacionales al núcleo interno, funcionando casi como Estados vasallos. Tomemos el caso de Alemania, que —a pesar de tener una de las mayores economías del mundo y dominar la Unión Europea— ha mermado su capacidad de cuidar a su ciudadanía desde que comenzó la guerra en Ucrania en 2022, para no desafiar la hegemonía estadounidense sobre la política exterior europea. Como lo describió el economista Michael Hudson, es “la tercera vez en un siglo que Estados Unidos derrota a Alemania” (2022).
  3. El tercer anillo está formado por Japón y las potencias europeas secundarias como Suiza, Irlanda, Austria, Portugal, Grecia y Finlandia.. Aunque leales a Estados Unidos, estos países no tienen tanta influencia en el orden mundial como las potencias imperialistas europeas en función de sus capacidades militares, económicas y políticas. Algunos de ellos son parte de la OTAN, como Portugal, Finlandia e Islandia, pero están menos integrados en la estrategia militar estadounidense. En el caso de Portugal, por ejemplo, a pesar de ser una antigua potencia colonial, su PIB relativamente menor es un factor para excluirlo del anillo de potencias europeas secundarias.
  4. El cuarto anillo exterior está formado por 19 países del antiguo Bloque del Este europeo. Estos países, que no eran potencias coloniales, fueron arrastrados al bloque imperialista en la era post Guerra Fría principalmente través de su subordinación económica y con la expansión de la OTAN hacia el este. Algunos están gobernados por regímenes de derecha favorables a la OTAN (como Polonia, Ucrania y Estonia), que desempeñan un papel de primera línea en los esfuerzos occidentales por contener a Rusia. Otros intentan mantener las distancias con la OTAN (como Serbia), aunque la presión occidental a menudo los deja con poca elección.

En 1945, Estados Unidos comenzó a consolidar su hegemonía sobre los países del Norte Global a través de tres grandes ejes:

  1. El dominio militar de EE. UU. sobre Europa a través de la OTAN y el despliegue de bases militares estadounidenses en las potencias del eje derrotadas (Alemania, Italia y Japón).
  2. La integración económica de Japón, Europa Occidental y los Estados coloniales angloamericanos con Estados Unidos y su dependencia de este país. Esto comenzó con el Plan Marshall (1948) en Europa y la ocupación militar inicial de Japón (1945-1952).
  3. La subordinación política de las élites estatales europeas, japonesas y de los colonos blancos a la estructura de la élite estadounidense, mediante la selección de los partidos políticos a los que se permitiría estar en el poder. Esto se logró mediante la creación de una élite mundial proestadounidense, por ejemplo, abriendo las universidades estadounidenses a una élite de estudiantes de esas partes del mundo y formando un conjunto de redes (como la Reunión de Bilderberg en 1954) que buscaban crear una concepción común del mundo modelada por EE. UU. (Prashad, 2020).

Además de la subordinación del Norte Global a Estados Unidos a lo largo de estos tres ejes —que costó gran esfuerzo y lucha conseguir—, otros tres factores son clave para entender tanto el concepto del Norte Global como la lógica de los cuatro anillos en los que hemos dividido a estos países.

1. Una historia compartida de brutalidad. El término Norte Global no es un término geográfico neutro. De hecho, decididamente no es geográfico, dada la inclusión de países como Australia y Nueva Zelanda en el núcleo interno. Más bien, la denominación es sinónimo de otros términos como Occidente y países avanzados. Todos estos son nombres amables para la expresión más adecuada: el bloque imperialista. Vale la pena señalar que la mayoría de estos países —sean el núcleo angloamericano (como Reino Unido y Estados Unidos), las potencias centrales europeas (como Alemania e Italia) o potencias europeas secundarias (como Portugal y Austria)— han dado forma al mundo moderno a través de una historia compartida de violencia que comienza con el tráfico de esclavos por el Atlántico y continúa con el uso de bombas nucleares contra civiles en Hiroshima y Nagasaki y el genocidio en curso del pueblo palestino. No hay un recuento exhaustivo de los cientos de millones de personas asesinadas por el colonialismo.1

Un rasgo central de esta violencia es la fuga de riqueza de las regiones colonizadas del mundo hacia las potencias coloniales. Esta extracción no solo llenó los cofres de las potencias y pagó por la opulenta infraestructura que aún existe; sino que también dio forma al sistema neocolonial que sigue extrayendo riqueza de los Estados colonizados mucho después de que la colonización formal acabó.

2. La fuga de riqueza del Sur al Norte. A pesar de representar apenas 14,2% de la población mundial, los 49 países del Norte Global concentran el 40,6% del PIB mundial, calculado por paridad de poder adquisitivo (PPA).2 Mediante el control del capital y la producción de materia prima, la propiedad intelectual y la ciencia y tecnología —todo ello parte del legado del colonialismo—, los Estados del Norte Global siguen asegurándose acumular una mayor parte de la riqueza del planeta. Un ejemplo del enorme robo colonial de riqueza son los casi 45 billones de dólares que los británicos extrajeron de India entre 1765 y 1938, lo que supone casi todo el periodo de gobierno británico en la India (1757-1947). Esta riqueza inundó el sistema bancario británico, permitió la acumulación de capital para la industrialización británica y creó ventajas incorporadas que han perdurado por generaciones (Patnaik, 2019). Mientras tanto, la esperanza de vida promedio se redujo un 20% entre 1870 y 1921, y la tasa de alfabetización cuando India obtuvo su independencia en 1947, después de 300 años de colonialismo, era de apenas el 12,2% (Hickel y Sullivan, 2023; Shah, 2013: 12-16).

Un artículo reciente muestra que, sobre la base de un intercambio desigual, 152 billones de dólares fueron saqueados del Sur Global entre 1960 y 2017. Los autores señalan que, solo en 2017, el Norte Global se apropió de commodities del Sur Global por un valor equivalente a 2,2 billones, “suficiente para acabar con la extrema pobreza quince veces” (Hickel et al., 2021). Imaginémonos si calculáramos el total de fuga de riqueza de las (antiguas) colonias y el impacto social que eso tuvo en sus sistemas de educación y salud.

3. Una condición común de militarización e inteligencia. A menudo se subestima el papel de las redes de inteligencia al evaluar el poder del Norte Global. La categoría inteligencia no se refiere solamente al espionaje al estilo antiguo, sino que ahora incluye la vigilancia y la guerra digitales (incluidos los ciberataques contra infraestructura clave). Cada uno de los países del Norte Global participa en la coordinación militar de alto nivel y el intercambio de inteligencia impulsados por el núcleo interior. Mientras más cerca está un país del núcleo interno, más sincronizado está el nivel de inteligencia y coordinación militar. Esto no quiere decir que los países de los anillos exteriores no estén vinculados a los sistemas del núcleo interior, sino solamente que no están invitados al santuario interior de los sistemas de información y armamento.

La estructura de los cuatro anillos se refleja en las redes mundiales de inteligencia, como ejemplifican las distinciones entre las redes de inteligencia de Cinco, Nueve y Catorce Ojos. La red de inteligencia de los Cinco Ojos (formada por cinco de los seis países del núcleo interno: Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido y Estados Unidos —con Israel como el “sexto ojo” de facto—) trabaja en estrecha colaboración pero mantiene una distinción con los países de los Nueve Ojos (Dinamarca, Francia, Países Bajos y Noruega, sumados a los países de los Cinco Ojos) y finalmente, con los países de los Catorce Ojos (Bélgica, Alemania, Italia, España y Suecia, sumados a los países de los Nueve Ojos) que acceden a un nivel de intercambio de información cada vez más reducido cuanto más se alejan del núcleo interno.

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El Sur Global

Al contrario del Norte Global, el Sur Global no es un bloque integrado. Los países del Sur Global tienen diversas realidades económicas, capacidades militares, sistemas políticos y gobiernos, a menudo con tradiciones políticas opuestas. Aunque varios de estos países comparten ciertas características e intereses, el concepto de Sur Global no se define por lo que tienen en común sino por un conjunto de otros factores. Sin embargo, estos países comparten lo siguiente:

  • Son antiguas colonias y semicolonias sometidas a 500 años de humillación.
  • En algunos casos, han perseguido y persiguen proyectos socialistas, por lo que han sido castigados por el bloque imperialista.
  • Por diversas razones, son víctimas de la extralimitación imperialista mediante el uso de fuerza extraeconómica, como golpes de Estado y sanciones.
  • A menudo se han unido en torno a diversos intereses comunes, como alivio de la deuda externa, establecer su derecho a construir democracia económica y acceder a medidas de salud globales, incluidas las vacunas durante la pandemia de COVID 19.

A pesar de estos puntos en común, sería exagerado decir que forman un bloque, como hicimos como el Norte Global. En vez de ello, pensamos en el Sur Global como formado por seis agrupaciones interelacionadas (así como disputas antagónicas entre algunas de ellas). Estas agrupaciones son:

  1. Estados socialistas independientes. Esta agrupación incluye seis países (China, Vietnam, Venezuela, Laos, Corea del Norte y Cuba) que siguen comprometidos con una trayectoria socialista, con todos sus complejos zigzags. Desde 2006, China, un miembro clave del grupo, tiene el mayor PIB (PPA) del mundo y una economía que casi triplica la de India (un país con población comparable).3 El pueblo chino ha logrado la mayor hazaña de los tiempos modernos en términos de desarrollo humano al sacar de la pobreza a 800 millones de personas (Instituto Tricontinental, Servir al pueblo: La erradicación de la extrema pobreza en China, 2021).
  2. Estados que buscan fuertemente la soberanía. Esta agrupación está conformada por Estados que, más recientemente y a pesar de las muchas diferencias internas entre ellos, han dado pasos para afirmar su soberanía, pero no han establecido un proceso socialista formal. Muchos de estos Estados, como Eritrea y Mali, son parte del Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de la ONU, que se formó en 2021 bajo el liderazgo del gobierno de Venezuela. A su vez, Occidente ha castigado esta postura a través de una guerra híbrida extrema.4 Rusia, un caso especial en esta agrupación, es un blanco principal para un cambio de régimen y medidas coercitivas que pretenden desmembrarla y desnuclearizarla.
  3. Estados histórica o actualmente progresistas. Las sociedades de estos países han sido moldeadas por movimientos de liberación nacional —como la lucha contra el apartheid en Sudáfrica— y por movimientos contra las dictaduras —como en Brasil— cuyo impacto se ha arraigado profundamente en sus culturas políticas. A pesar de las limitaciones de los gobiernos en esta agrupación, de sus severas contradicciones internas y de las dificultades de emanciparse del sistema capitalista mundial, no se han marchitado ante la interferencia estadounidense. Sin embargo, ninguno de estos países se benefició de una revolución socialista que podría haber debilitado a su burguesía nacional a través de una reforma agraria sustancial o socializando sectores avanzados de la economía, por ejemplo.
  4. Nuevos Estados no alineados. Estos países, con un PIB creciente, están superando su dependencia de Occidente. El tamaño y la escala de sus economías les han dado cierta independencia para perseguir intereses económicos nacionales sin promover activamente la soberanía política. Se han dado cuenta que la incautación estadounidense de reservas extranjeras y el uso de sanciones contra al menos 31,5% de la población mundial se han convertido en graves amenazas para la mayoría mundial y que EE. UU. ya no es ni un mercado de última instancia ni un proveedor importante de inversión extranjera directa.5
  5. El Sur Global diverso. Esta agrupación incluye a los 111 países que carecen de unidad política, económica o militar clara. Varían en grado de alineación con el Norte Global.
  6. Estados fuertemente militarizados por EE. UU. Los dos países que forman esta agrupación: Corea del Sur y Filipinas, son efectivamente colonias militares de EE. UU., aunque sus poblaciones luchan contra las limitaciones de estar subordinadas a las necesidades militares y de seguridad de dicho país.

En conjunto, estos 145 países (incluida Palestina como observador de la ONU) representan el 85,8% de la población mundial y el 59,4% del PIB (PPA) mundial.6 Como veremos en la última sección, estas seis agrupaciones forman parte de importantes proyectos regionales e internacionales (como la Organización de Cooperación de Shanghái, la Unión de Naciones Sudamericanas, el BRICS10 y el G77 respectivamente) que reflejan el nuevo ánimo en el Sur Global, que se encamina hacia el regionalismo y el multilateralismo y se aleja del dominio singular diseñado por el bloque imperialista.

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Sobre la idea de los cinco controles

El análisis marxista del imperialismo durante el siglo pasado tomó forma por las contribuciones teóricas y prácticas de Vladimir Lenin, basadas en la experiencia de la Revolución Rusa. En su obra clásica de 1916, El imperialismo, fase superior del capitalismo, argumenta que, en su etapa más competitiva, el capitalismo avanzó hasta producir oligopolios en sectores importantes, como las finanzas, y que estos oligopolios chocaron entre sí, arrastrando a sus Estados a conflictos por los mercados de las colonias y a enfrentamientos militares directos entre sí. La ola de descolonización formal que comenzó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945 —que ya tenía antecedentes en América Latina en el siglo XIX, pero que se reinició con la Revolución Cubana en 1959— creó nuevas condiciones para el imperialismo. El repliegue territorial de las potencias imperialistas no tuvo ningún correlato en términos de pérdida de su control sobre la economía mundial. Al contrario, habían dado forma a lo que Kwame Nkrumah denominó neocolonialismo.

Sin embargo, durante los últimos años hemos sido testigos del lento desgaste del control de Occidente sobre la economía mundial, así como de la progresiva deslegitimación de toda la estructura neocolonial. Para comprender mejor este desgaste, adoptamos un método que Samir Amin desarrolló hace casi treinta años para analizar la naturaleza del poder imperialista (Amin, 1996: 216-259; Instituto Tricontinental, 2018). Amin planteó que la estructura neocolonial no requería que las corporaciones transnacionales con sede en Occidente poseyeran la mayor parte de los activos del mundo. En vez de ello, lo que necesitaba es que tuvieran control monopólico sobre muchos de los activos en sectores clave y asegurar que el último beneficiario de esos activos fuera la Tríada, o el Norte Global y sus clases dominantes. Amin identificó cinco formas de control que constituyen el núcleo de la estructura neocolonial:

  • Control de los recursos naturales
  • Control de los flujos financieros
  • Control de la ciencia y la tecnología
  • Control del poder militar
  • Control de la información

En nuestro dossier El mundo necesita una nueva teoría socialista del desarrollo (julio de 2023) planteamos que el control de Occidente sobre los recursos naturales, los flujos financieros y la ciencia y la tecnología está siendo cuestionado por la emergencia de las principales economías del Sur Global: China, India, Indonesia, Brasil, Turquía y México, que estaban todas entre las trece mayores economías del mundo según su PIB (PPA) en 2022.7 El impresionante ascenso de China desde la miseria ha sido clave para debilitar el dominio del Norte Global sobre estos tres primeros controles.

Dos exageraciones de Estados Unidos y el bloque imperialista desde mediados de la década de 1990 hasta la de 2010 también contribuyeron a debilitar este control:

  1. Las guerras estadounidenses, desde la guerra global contra el terrorismo hasta las guerras en Afganistán, Irak y Libia.
  2. La sobreextensión económica de Estados Unidos, desde el exceso de crédito en el mercado inmobiliario estadounidense hasta la laxa regulación del sistema bancario occidental.

Estas guerras estadounidenses y la Tercera Gran Depresión de 2007-2008 provocaron una crisis del liderazgo del Norte Global sobre el sistema mundial. En este contexto, el presidente de Rusia Vladímir Putin afirmó en la Conferencia de Seguridad de Múnich en 2007 que el mundo no necesita “un solo amo”. En buena parte del Sur Global comenzaron a surgir grandes dudas sobre el papel de Estados Unidos como comprador en última instancia, ancla del sistema monetario mundial y estabilizador político del orden mundial.

Nuevos acontecimientos en China y Rusia que estaban teniendo lugar al mismo tiempo que estas guerras estadounidenses y el caos en el sistema capitalista mundial comenzaron a acelerar nuevos cambios:

  1. China. En los últimos años del gobierno de Hu Jintao (2003-2013), los dirigentes de China comenzaron a replantearse su dependencia del mercado y del liderazgo político estadounidense. La formación de los BRICS en 2009 fue parte de esta nueva postura. Esta reevaluación fue traducida más tarde en un nuevo marco político bajo el liderazgo de Xi Jinping. Esto incluyó establecer alternativas al mercado y al liderazgo estadounidenses, como la creación de un mercado interno mediante inversiones de capital de gran escala, la erradicación de la pobreza extrema y la iniciativa que posteriormente adoptaría el nombre la Franja y la Ruta. Además, China comenzó a utilizar el proceso de los BRICS para animar la formación de nuevos sistemas monetarios y nuevos liderazgos políticos.
  2. Rusia. Hacia finales de la primera década de 2000, el gobierno ruso empezó a deshacer el daño que la destrucción de la Unión Soviética había hecho a su pueblo. En primer lugar, el gobierno dirigido por Putin comenzó a recuperar el sector energético de manos de los “oligarcas” y a organizar la base de la economía en torno aprincipios de autosuficiencia, incluyendo la retención de capital dentro del país y no permitiendo que las ganancias se colocaran en el sistema bancario controlado por Occidente. En segundo lugar, el gobierno comenzó a aumentar el papel de Rusia en la OPEP+ (Organización de Países Exportadores de Petróleo, así como diez países no miembros) y a desarrollar su sector energético para vender petróleo y gas natural a Europa, en un contexto en el que las guerras del Norte Global contra Irak y Libia y la guerra híbrida basada en sanciones contra Irán interferían con las principales fuentes de energía de Europa.

El magnetismo económico de China y Rusia —en el contexto de una crisis económica de larga duración en el Norte Global— llevó a los países de la Unión Europea a integrarse más con Eurasia. Esto se produjo en dos niveles: los países europeos empezaron a depender cada vez más de la energía rusa (un tercio de las necesidades energéticas de Alemania fueron cubiertas por Rusia, por ejemplo), así como de inversiones y tecnología de China (18 países de la UE se unieron a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, entre ellos Italia, Polonia, Portugal y República Checa) (Nedopil, 2023; Moll, 2022). La integración de Europa con Asia, históricamente lógica y necesaria, junto con el ascenso de China, amenazaba la estructura general unipolar del Norte Global, así como la estructura neocolonial de la economía mundial.

Incapaz de hacer retroceder esta integración y el ascenso de China, Estados Unidos, junto con sus aliados del Norte Global, aceleró una guerra híbrida contra China y Rusia. Los frentes de esta guerra fueron inicialmente económicos —a través de una guerra comercial, por ejemplo—, pero rápidamente comenzaron a centrarse en dos territorios: Ucrania y Taiwán. La guerra en Ucrania tuvo dos importantes consecuencias en el orden mundial: en primer lugar aumentó el costo de los alimentos y combustibles en todo el mundo y, en segundo lugar, muchos países en desarrollo se negaron a doblegarse ante Occidente y su postura sobre la guerra. Juntas, estas consecuencias generaron un nuevo estado de ánimo en el mundo en desarrollo y la aparición de un nuevo no alineamiento.

Sin embargo, el control del Norte Global sobre el poder militar y la información no se ha debilitado. En un momento de apatía económica y fragilidad política, el Norte Global —encabezado por Estados Unidos— ejerce el resto de su poder con gran fuerza y, al hacerlo, está poniendo en peligro la existencia del planeta. Como muestra nuestra investigación, los países del Norte Global, especialmente EE. UU., gastan una parte significativa de sus presupuestos en las fuerzas armadas, construyendo sistemas que amenazan todos los aspectos de la vida humana y malgastando el ingenio humano en formas de destruir la vida en vez de sostenerla.

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El control de armas

Incapaces y sin voluntad de construir un proyecto social y político para resolver los problemas de la humanidad a escala global, Estados Unidos y su bloque han seguido una estrategia de mantener su dominio sobre el planeta. Esta dominación comenzó con el colapso de la Unión Soviética y el sistema de Estados comunistas en Europa del Este en 1991, así como con el debilitamiento del Tercer Mundo a través de la crisis de la deuda, que comenzó a intensificarse con la moratoria de México en 1982. La intelectualidad en Estados Unidos empezó a hablar como si este dominio fuera a durar eternamente, reforzando la idea del “fin de la historia” ante cualquier desafío al orden estadounidense. Sin embargo, las grietas en esta narrativa comenzaron a ampliarse a medida que el dominio del G7, encabezado por EE. UU., se vio profundamente sacudido por su extralimitación militar en la guerra global contra el terrorismo (especialmente la invasión ilegal de Irak en 2003) y por la Tercera Gran Depresión de 2007-2008 (desencadenada por el colapso de los mercados inmobiliarios occidentales).

Estados Unidos y sus aliados hicieron todos lo posible en la segunda década del siglo XXI para reafirmar su control sobre el planeta. La guerra de la OTAN contra Libia en 2011 envió una fuerte señal de reafirmación occidental, que fue un preludio para las discusiones sobre el uso de una OTAN global como plataforma para avanzar en la agresión militar occidental, desde el Mar de China Meridional hasta el Caribe. Las sanciones buscaron disciplinar a cualquiera que cruzara las líneas dibujadas por Estados Unidos y sus aliados, dejando a países fuera del sistema financiero internacional y privando así a naciones enteras al acceso a medicinas, alimentos y otros bienes básicos (cabe señalar que las sanciones, que han aumentado en un 933% en los últimos 20 años, se han convertido en el mecanismo favorito de intervención dirigida por EE. UU.) (Rodríguez, 2023; Departamento del Tesoro de EE. UU., 2021: 2). Finalmente, el FMI regresó con una renovada agenda de austeridad, que se profundizó incluso durante la pandemia, obligando a docenas de países pobres a pagar a los ricos tenedores de bonos más que lo que gastan en sus propios sistemas de salud y educación (ONU, 2023; Instituto Tricontinental, Vida o deuda, 2023).

En 2018, Estados Unidos declaró el fin de la guerra contra el terrorismo y estableció claramente en su Estrategia Nacional de Defensa que su principal problema era el ascenso de China y Rusia. El secretario de Defensa de Estados Unidos, Jim Mattis, habló abiertamente de la necesidad de evitar el surgimiento de “rivales casi pares” —China y Rusia— y sugirió usar toda la panoplia del poder estadounidense para ponerlos de rodillas (Mattis, 2018).

Estados Unidos no solo cuenta con cientos de bases militares que rodean a Eurasia, también tiene aliados, desde Alemania hasta Japón, que le proporcionan posiciones avanzadas tanto contra Rusia como contra China. En 2015 y 2019, respectivamente, la flota naval estadounidense y de sus aliados comenzaron unos agresivos ejercicios de “libertad de navegación” contra la integridad territorial tanto de China (en el Mar de China Meridional), como de Rusia (principalmente en el Ártico). Estas maniobras de EE. UU., así como su intervención política en 2014 en Ucrania y el masivo acuerdo armamentístico con Taiwán en 2015, amenazaron aún más la soberanía de Rusia y de China. Luego, en 2018, Estados Unidos se retiró unilateralmente del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), lo que desbarató el tinglado del control de armas nucleares. Esta retirada, junto con los objetivos declarados por el gobierno estadounidense en su Estrategia Nacional de Defensa de 2018, muestra que este país está contemplando el uso de “armas nucleares tácticas” tanto contra Rusia como contra China.

Hasta ahora, los aliados de EE.UU. en la región Asia-Pacífico, como Australia y Corea del Sur, no se han mostrado muy dispuestos a permitir la entrada de armas nucleares de alcance intermedio en su territorio, aunque estas armas podrían ser ubicadas en bases norteamericanas en otros lugares, desde Guam hasta Okinawa. Es imposible entender la intervención rusa en Ucrania sin comprender esta historia más larga de amenazas percibidas por Moscú. No está fuera de toda razón preocuparse de que Estados Unidos pueda posicionar sus armas nucleares intermedias en Ucrania, tanto si Ucrania entra en la OTAN como si no (Instituto Tricontinental, boletines nº 9, 11 y 14, 2022).

Para afirmar su posición de dominio sobre el orden mundial, Estados Unidos y sus aliados han aumentado el gasto militar hasta límites insospechados. El Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por su sigla en inglés) calculó que en 2022 el gasto militar estadounidense ascendía a unos 877.000 millones de dólares, es decir, alrededor del 39% del gasto militar mundial (SIPRI, 2023). Sin embargo, como muestra un reciente informe publicado en Monthly Review, esta cifra está enormemente subestimada. El gasto militar estadounidense real se acerca más a los 1,537 billones de dólares, casi el doble del cálculo del SIPRI y de los datos oficiales estadounidenses (Cernadas y Bellamy Foster, 2023). Si se añaden los gastos estimados para 2022 de otros Estados de la OTAN (US$ 360.000) y todos los aliados militares no pertenecientes a la OTAN (US$ 234.000), basados en cifras oficiales, el gasto total del bloque militar liderado por Estados Unidos llega a 2,13 billones de dólares, aunque esta cifra bien podría estar muy por debajo del gasto real. Este cálculo eleva el gasto militar mundial en 2022 a 2,87 billones de dólares. En otras palabras, el bloque militar liderado por EE. UU. representa el 74,3% del gasto militar mundial y Estados Unidos gasta 12,6 veces más per cápita que la media mundial (Israel, en segundo lugar, gasta 7,2 veces por encima de la media mundial per cápita, y las otras potencias imperialistas gastan entre dos y tres veces más que la media mundial).8

Por su parte, China representa el 10% del gasto militar mundial (292.000 millones de dólares), y su gasto per cápita es 22 veces inferior al de Estados Unidos.9 El alarmismo sobre el gasto militar chino no se sustenta en los hechos. Lo que sí demuestran los hechos es que China gasta más de su riqueza social en infraestructura e industria que en desperdicio militar. Mientras tanto, EE. UU. gasta apenas 252.000 millones de dólares en educación por ejemplo, de acuerdo con el Centre on Budget and Policies Priorities (2023), pero 1,537 billones en sus fuerzas armadas, parte de lo cual va para mantener sus estimadas 902 bases militares en todo el mundo (World Beyond War, 2023; Instituto Tricontinental, Defendiendo nuestra soberanía, 2021).

Las únicas zonas del mundo que están libres del aparato militar estadounidense se encuentran en Eurasia: China, India, Irán y Rusia. Desde 1992, Estados Unidos ha soñado con conquistar esta región, incluso mediante el uso del poder militar. En 1997, Zbigniew Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional del presidente estadounidense Jimmy Carter, advirtió que “el escenario potencialmente más peligroso sería una gran coalición de China, Rusia y tal vez Irán, una coalición ‘antihegemónica’ unida no solo por ideología sino también por agravios complementarios”. Para EE. UU., “el principal premio geopolítico es Eurasia”, la que “constituye el tablero de ajedrez donde se sigue jugando la lucha por la primacía mundial”, sostuvo Brzezinski (1997: 55, 30-31).

Para evitar este escenario, Brzezinski y otros advirtieron que Estados Unidos debería intentar ganar a China o a Rusia para aislar a la otra y dominar así el “tablero de ajedrez” euroasiático. No obstante, durante las últimas décadas, EE. UU. ha hecho justo lo contrario, optando en su lugar por presionar a China y a Rusia a través de su Nueva Guerra Fría, que, como predijo Brzezinski, ha unido a estos dos países en una alianza estratégica bilateral y multilateral. Más aún, datos del Servicio de Investigación del Congreso estadounidense de 2023 señalan que las Fuerzas Armadas de dicho país han sido desplegadas en 101 países entre 1798 y 2023. De acuerdo con el Military Intervention Project, entre 1776 y 2019, Estados Unidos llevó a cabo al menos 392 intervenciones militares en todo el mundo. La mitad de estas operaciones tuvieron lugar entre 1950 y 2019, y el 25% de ellas se produjeron en el periodo posterior a la Guerra Fría (Kushi y Duffy Toft, 2023: 752-779). Solo en 2022, 317 fuerzas imperialistas fueron desplegadas en países del Sur Global y 137 en aliados del Norte Global, para un total de 454 despliegues (Instituto Internacional de Estudios sobre Seguridad, 2023).

Quizá la mejor evidencia de los planes raciales, políticos, militares y económicos de las potencias occidentales que se han manifestado a través de la Nueva Guerra Fría pueda resumirse en una reciente declaración de la OTAN y la UE:

La OTAN y la UE desempeñan funciones complementarias, coherentes y de refuerzo mutuo en apoyo de la paz y la seguridad internacionales. Movilizaremos más aún el conjunto combinado de instrumentos a nuestra disposición, ya sean políticos, económicos o militares, para perseguir nuestros objetivos comunes en beneficio de nuestros 1.000 millones de ciudadanos (Stoltenberg et al., 2023).

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Sobre el surgimiento de nuevas organizaciones

En el último día de la última cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo, Sudáfrica, en agosto de 2023, los cinco Estados fundadores (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) dieron la bienvenida a seis nuevos miembros: Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos.10 Aunque el nuevo Gobierno de ultraderecha de Argentina, presidido por Javier Milei, se retiró oficialmente de los BRICS el 29 de diciembre de 2023, los 10 países BRICS abarcan ahora 45,5% de la población mundial con un PIB (PPA) combinado del 35,6% del total mundial. En comparación, aunque los Estados del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido y Estados Unidos) responden por apenas 10% de la población mundial, su participación en el PIB (PPA) mundial es del 30,4%. Mientras que los países que hoy forman el BRICS10 son responsables del 44% de la producción industrial mundial, sus homólogos del G7 responden por un mero 21,6%.11 Todos los indicadores disponibles, incluidos las cosechas y el volumen total de producción de metales, muestran el inmenso poder del recien ampliado BRICS10. Celso Amorim, asesor del gobierno brasileño y uno de los arquitectos del proyecto durante su mandato como ministro de Relaciones Exteriores, dijo de este nuevo acontecimiento que “el mundo ya no puede ser decretado por el G7” (Tass, 2023).

Ciertamente, las naciones del BRICS10, a pesar de sus jerarquías y desafíos internos, representan ahora una mayor proporción del PIB mundial que el G7, que continúa comportándose como el órgano ejecutivo del mundo. Veintitrés países solicitaron su adhesión antes de la reunión en Sudáfrica (incluidos siete de los trece países de la OPEP), aunque más de cuarenta expresaron un interés en unirse al BRICS10, incluida Indonesia, el séptimo país del mundo en términos de PIB (PPA).

Es importante señalar que el BRICS10 no opera con independencia de las nuevas formaciones regionales que aspiran a construir plataformas por fuera del control de Occidente, tales como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS). Al contrario, pertenecer al BRICS10 tiene el potencial de intensificar el regionalismo para aquellos que ya forman parte de estos foros regionales.

¿Por qué el BRICS ha acogido en su seno a un grupo de países tan dispar, incluidas dos monarquías? Cuando se le pidió que reflexionara sobre el carácter de los nuevos Estados miembros de pleno derecho, el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, afirmó: “lo que importa no es la persona que gobierna sino la importancia del país. No podemos negar la importancia geopolítica de Irán y de otros países que se unirán al BRICS” (Boadle, 2023). Este es el criterio con el cual los países fundadores tomaron la decisión de ampliar su alianza.

Al menos tres cuestiones clave están en el corazón del crecimiento de los BRICS: el control de suministros y rutas de energía, el control de los sistemas mundiales de finanzas y desarrollo, y el control de las instituciones para la paz y la seguridad.

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Control de los suministros y rutas de energía

Los BRICS10 han creado ahora un formidable grupo energético. Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos son también miembros de la OPEP que, junto con Rusia —miembro clave de OPEP—, representa actualmente 26,3 millones de barriles de petróleo por día, justo por debajo del 30% de la producción mundial diaria de petróleo (Hill y Comstock, 2023). Fue clave el papel de China en la mediación de un acuerdo entre Irán y Arabia Saudita en abril, que permitió a estos dos países productores de petróleo unirse a los BRICS. Egipto, otro nuevo integrante de los BRICS10, aunque no es miembro de la OPEP, es uno de los mayores productores africanos de petróleo, con una cuota de más de una cuarta parte de la producción mundial de petróleo (The Global Economy, 2023). Lo que está en juego no es solo la producción de petróleo, sino el establecimiento de nuevas rutas energéticas mundiales.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta liderada por China, junto con el desarrollo de la Visión 2030 de Arabia Saudita, ya han creado una red de plataformas de petróleo y gas natural en todo el Sur Global, integradas en la ampliación del puerto Khalifa y las instalaciones de gas natural en Fujairah y Ruwais (Emiratos Árabes Unidos). Todo apunta a que los BRICS10 comenzarán a coordinar su infraestructura energética con otros productores de energía. Por ejemplo, las tensiones entre Rusia y Arabia Saudita por los volúmenes de petróleo se han agudizado este año, ya que Rusia excedió su cuota en un intento de compensar las sanciones occidentales impuestas a raíz de la guerra en Ucrania. Ahora estos dos países dispondrán de otro foro, fuera de la OPEP+ y con China a la mesa, para construir una agenda energética común. Esta plataforma en expansión también amenaza con socavar el sistema de petrodólar, con más países —como Arabia Saudita— planeando vender petróleo a China en renminbi o RMB (los otros dos principales proveedores de petróleo a China, Irak y Rusia ya reciben pagos en RMB).

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Control de los sistemas mundiales de finanzas y desarrollo

Tanto los debates de la cumbre de los BRICS como su comunicado final se centraron en la necesidad de fortalecer una arquitectura financiera y de desarrollo para el mundo que no esté regida por el triunvirato del FMI, Wall Street y el dólar estadounidense. Sin embargo, los BRICS no pretenden eludir las instituciones mundiales de comercio y desarrollo establecidas, como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Banco Mundial y el FMI. Por ejemplo, en la declaración final de la cumbre, los BRICS reafirmaron la importancia del “sistema de comercio multilateral basado en normas en el que la Organización Mundial del Comercio (OMC) desempeñe un papel central” y abogó por establecer “una sólida Red de Seguridad Financiera Mundial con un papel central para el Fondo Monetario Internacional (FMI) basado en un sistema de cuotas y con recursos financieros adecuados” (BRICS, 2023: 2-3). Sus propuestas no rompen fundamentalmente con el FMI o la OMC, más bien ofrecen una doble vía: en primer lugar, que los BRICS ejerzan más control y dirección sobre esas organizaciones, de las que son miembros, pero que han estado subordinadas a una agenda occidental, y en segundo lugar, que los Estados BRICS hagan realidad sus aspiraciones de construir sus propias instituciones paralelas (como el Nuevo Banco de Desarrollo o NBD). Solo el fondo de inversión de Arabia Saudita está valorado en cerca de un billón de dólares, lo que podría dotar parcialmente de recursos al NDB (Omar y Nerein, 2021; Li, 2023).

El presidente de los BRICS, Cyril Ramaphosa, explicó que la agenda del grupo de mejorar “la estabilidad, fiabilidad y equidad de la arquitectura financiera mundial” se está llevando a cabo principalmente mediante el “uso de monedas locales y acuerdos financieros y sistemas de pago alternativos” (2023). El concepto de “monedas locales” se refiere a la creciente práctica de utilizar sus propias monedas para el comercio transfronterizo en lugar de depender del dólar. Aunque aproximadamente 150 monedas en el mundo se consideran medios legales de pago, los pagos transfronterizos casi siempre se hacen en dólares (que para 2021 representan el 40% de los flujos a través de la red de la Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales o SWIFT) (Pérez-Saiz et al., 2023).

Otras monedas desempeñan un papel limitado, por ejemplo, el RMB chino representa el 2,5% de los pagos transfronterizos (Pérez-Saiz et al., 2023). Sin embargo, el surgimiento de nuevas plataformas mundiales de mensajería —como el Sistema Interbancario de Pagos Transfronterizos de China, la Interfaz Unificada de Pagos de la India y el Sistema de Mensajería Financiera de Rusia (SPFS)—, así como sistemas regionales de divisas digitales, prometen aumentar el uso de monedas alternativas. Por ejemplo, los activos de criptomoneda proporcionaron brevemente una vía potencial para nuevos sistemas de negociación antes de que disminuyera la valoración de sus activos, y los BRICS10 aprobaron recientemente la creación de un grupo de trabajo para estudiar una moneda de referencia de los BRICS.

Tras la expansión de los BRICS, el NBD afirmó que también ampliará sus miembros y que, como señala su Estrategia General 2022-2026, el 30% de todo su financiamiento será en monedas locales (Nuevo Banco de Desarrollo, 2023). Como parte de su marco para un nuevo sistema de desarrollo, su presidenta, Dilma Rousseff, dijo que el NBD no seguirá la política del FMI de imponer condiciones a los países que piden préstamos: “Repudiamos cualquier tipo de condicionalidad”. “A menudo se concede un préstamo con la condición de que se lleven a cabo determinadas políticas. Nosotros no hacemos eso. Respetamos las políticas de cada país”, dijo Rousseff (Scott, 2023).

La entrada de Etiopía e Irán al BRICS10 muestra cómo están reaccionando los grandes Estados del Sur Global a la política de sanciones de Occidente contra decenas de países, entre ellos dos miembros fundadores de los BRICS (China y Rusia). China hace mucho que comercia con Etiopía, cuya capital Addis Abeba es la sede de la Unión Africana. La incorporación de Etiopía a los BRICS asegura que este país grande (con una respetable población e importantes tierras agrícolas) no volverá a caer en la órbita occidental.

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Control de las instituciones para la paz y la seguridad

En su declaración, las naciones de los BRICS escriben sobre la importancia de “una reforma integral de la ONU, incluido su Consejo de Seguridad” (BRICS, 2023: 2). Actualmente el Consejo de Seguridad de la ONU tiene 15 miembros, cinco de los cuales son permanentes (China, Francia, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos). No hay miembros permanentes de África, América Latina o el país más poblado del mundo, India. Para reparar estas desigualdades, los BRICS ofrecen su apoyo a “las aspiraciones legítimas de los países en desarrollo de África, Asia y América Latina, incluidos Brasil, India y Sudáfrica, de desempeñar un papel más importante en los asuntos internacionales”. La negativa de Occidente a permitir a estos países un asiento permanente en el Consejo de Seguridad solo ha fortalecido su compromiso con el proceso del BRICS y potenciado su papel en el G20.

Tres grandes plataformas interregionales, aún en estado embrionario, definen el nuevo regionalismo y multilateralismo:

  1. BRICS10 (una expansión de los BRICS formados en 2009), que es una potencia estratégica, pero también una potencia económica, tiene diez miembros oficiales y varios socios no oficiales.
  2. La Organización de Cooperación de Shanghái (2001), que se formó en gran medida en torno a cuestiones de seguridad en Asia Central, ha avanzado conversaciones sobre desarrollo y comercio.
  3. El Grupo de Amigos en Defensa de la Carta de Naciones Unidas (2021), que es sobre todo una plataforma política, reúne a 20 Estados miembros de la ONU que están sufriendo la peor parte de las sanciones ilegales de Estados Unidos, desde Argelia hasta Zimbabwe. Muchos de estos Estados participaron en la cumbre de los BRICS como invitados y están ansiosos por unirse a los BRICS10 como miembros plenos.

No es casual que haya tres países, todos ellos objetivos principales de campañas de presión del bloque imperialista, que forman parte de todas estas organizaciones: China, Irán y Rusia.

Hay varios desafíos y oportunidades comunes que han surgido en el Sur Global y que han reunido a muchos de sus países alrededor de la necesidad de un marco común de debate y colaboración. Estos intereses comunes incluyen la necesidad de:

  • Multilateralismo y regionalismo, que estén centrados en la creación de cooperación anclada en el Sur Global.
  • Nueva modernización, que esté centrada en la construcción de economías regionales y continentales que utilicen monedas locales en lugar del dólar para el comercio y las reservas.
  • Soberanía, que podría crear barreras a la intervención occidental. Esto incluye los enredos militares y el colonialismo digital, que facilitan las intervenciones de los servicios de inteligencia estadounidenses.
  • Compensaciones, que involucraría una negociación colectiva para compensar las trampas de la deuda centenarias de Occidente y el abuso el exceso de presupuesto de carbón, así como su legado del colonialismo de mucho mayor alcance.

Se están produciendo cambios tectónicos en el mundo, acelerados por las guerras de Ucrania y la rápida escalada del genocidio en Palestina. Estos cambios están marcados, por un lado, por la pérdida de poder económico del Norte Global junto con su creciente militarización y, por otro, por el nuevo estado de ánimo del Sur Global respecto a la soberanía y el desarrollo económico. Este dossier es un ejercicio preliminar, basado en investigaciones y análisis originales, para dar sentido a estos cambios y, en consecuencia, al nuevo estado de ánimo en el Sur Global.


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Notas

1 No obstante, hay pruebas de que en 1600, al menos 56 millones de indígenas de las Américas habían perecido debido a la violencia colonial y a la introducción de patógenos mortales; al menos 15,5 millones de africanos fueron capturados y vendidos en la trata atlántica de esclavos; al menos 10 millones de personas murieron en el Congo entre 1515 y 1865 debido a la rapacidad del colonialismo belga; y solo entre 1880 y 1920 (una pequeña etapa del colonialismo británico en la India), al menos 165 millones de indios murieron como consecuencia de la violencia colonial británica (Koch et al., 2019: 13-36; Micheletti et al., 2020: 265-77; Hochschild, 1999; Fritz Blackwell, 2008; y Hickel y Sullivan, 2023: 12).

2 Elaboración propia de Global South Insights a partir de datos del Banco Mundial (2022) y del Fondo Monetario Internacional (2022).

3 Elaboración propia de Global South Insights basada en WEO del FMI.

4 Para más información sobre la guerra híbrida, ver Instituto Tricontinental, Venezuela y las guerras híbridas en Nuestra América, 2019; y Ocaso: la erosión del control de Estados Unidos y el futuro multipolar, 2021.

5 Elaboración propia de Global South Insights basada en Naciones Unidas, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, 2022 y SanctionsKill Campaign, 2022.

6 Elaboración propia de Global South Insights basada en FMI, 2022.

7 Elaboración propia de Global South Insights basada en FMI, 2022; Instituto Tricontinental, julio de 2023.

8 Elaboración propia de Global South Insights a partir de cifras ajustadas de SIPRI, 2023.

9 Elaboración propia de Global South Insights a partir de cifras ajustadas de SIPRI y Monthly Review.

10 Para saber más sobre los BRICS, ver BRICS: Uma alternativa ao imperialismo?, elaborado por la oficina de Brasil del Instituto Tricontinental de Investigación Social, 31 de agosto de 2023. Disponible en: https://staging.thetricontinental.org/pt-pt/brasil/brics-uma-alternativa-ao-imperialismo/.

11 Elaboración de Global South Insights a partir de datos de WPP de la ONU, WDI del Banco Mundial y WEO del FMI.

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